En 1974, por primera vez, un organismo
internacional como la Unesco instó a los Estados y al conjunto de
organizaciones que ejercen una actividad educativa entre los jóvenes y los
adultos —movimientos de estudiantes y de jóvenes, asociaciones de padres,
sindicatos docentes— a considerar la educación como un medio para contribuir a
solucionar “los problemas fundamentales que condicionan la supervivencia y
el bienestar de la humanidad —desigualdad, injusticia, relaciones
internacionales basadas en el uso de la fuerza— y hacia medidas de cooperación
internacional que puedan facilitar su solución” (Unesco, 1974:53, 153).
La educación, sin duda, brinda oportunidades a
aquellos que nacen sin tenerlas, pero cuando abordamos el concepto de Educación
para el Desarrollo (ED) nos referimos a una actuación educativa, que
puede tener lugar en distintos espacios (formal, no formal o informal) y que
acontece entre los colectivos: personas y/o grupos que han tenido la suerte
de tenermás opciones para realizarse en la vida que la mayoría de la humanidad.
Habitualmente, estos colectivos se encuentran ubicados en países con un
mayor nivel de desarrollo.
A lo largo de los años se han ido determinando
algunos rasgos que definen la ED (Boni, 2005):
Es una educación global que, desde una perspectiva
interdisciplinar, intenta relacionar lo local con lo global resaltando
el carácter interdependiente de ambas dimensiones. Es una educación que
insiste en las interconexiones entre pasado, presente y futuro. Se pretende,
así, aumentar el conocimiento sobre la realidad del Sur y la realidad del
Norte, facilitando el que las personas puedan conocer las fuerzas
económicas, sociales y políticas que explican y provocan la existencia de la
pobreza, la desigualdad, la opresión y condicionan nuestras vidas como
individuos pertenecientes a cualquier cultura del planeta. De esta
manera, se promueve la comprensión global, la formación de la persona, y
el compromiso en la acción participativa (pensar globalmente, actuar
localmente). Es una educación permanente (Delors, 1997).
Es una educación integral, que forma en
conocimientos, habilidades, valores y actitudes. Sus prácticas pedagógicas son
participativas y experienciales, promueven la adquisición
socioconstructivista de un conocimiento significativo, fomentan habilidades
cooperativas y promueven prácticas verdaderamente democráticas. Es una
educación que conduce a la ciudadanía políticamente alerta en lo local y en lo
global.
Es una educación basada en mostrar los
problemas y sus causas, pues expone los intereses, contradicciones y
conflictos de los discursos económicos, sociales, científicos, políticos,
culturales y éticos relacionados con el desarrollo y busca el compromiso
y la acción para favorecer el desarrollo humano sostenible desde la dimensión
individual, local e internacional.
Es una educación en valores, que toma los
valores morales presentes en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos como horizonte axiológico. Está basada en la razón dialógica, el
respeto y la aceptación de la diferencia y el principio de alteridad.
Mediante este proceso educativo se desarrollan valores, actitudes y destrezas
que incrementan la autoestima de las personas, y las capacita para ser más
responsables de sus actos; favorece la creación de una ciudadanía éticamente
solidaria, consciente de que sus decisiones afectan a sus propias vidas y
también a las de los demás.
Extraido y adaptado de:
www.aecid.es/Centro-Documentacion/Documentos/Planificaci%C3%B3n%20estrat%C3%A9gica%20por%20sectores/estrategia_educacion_desarr.pdf
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